Somerset House, Central Saint Martins, y la
fundación que lleva su nombre, rindieron un homenaje a la extravagancia en una
exposición y en cierta medida un tributo póstumo al mecenazgo de un icono de la
moda inglesa por derecho propio, un personaje que marcó a una generación de diseñadores,
fotógrafos y editores deslumbrados por su singularidad y la pasión por la moda
encerrada en una aristócrata que nunca encontró su lugar en el mundo.
Por. Fernando Aguileta de la Garza
@feragarza
Por. Fernando Aguileta de la Garza
@feragarza
Isabella Blow, 2002 © Diego Uchitel. Cortesía Somerset House Press
Isabella
Blow
la estilista o la excéntrica, dos caras de la moneda que contradictoriamente la
confinaron a una lucha constante por la credibilidad más allá de la intución. A
seis años de su muerte se sigue recordando el papel que Issie, como era llamada por sus círculos más cercanos, jugó dentro
del campo de la moda británica.
La exposición en la Somerset House de Londres que ha sido curada por Alistair O’Neill, historiador e
investigador en la escuela de diseño Central Saint Martins mostró las más de 100 piezas pertenencientes al guardarropa
personal de Isabella, teniendo como objetivo develar a la persona trascendiendo
el personaje.
Daphne
Guinness fue la artífice fundamental en Isabella Blow: Fashion Galore!, un retrato a través del vestuario, narrando momentos
significativos que transcurrieron y marcaron el ritmo de principio a fin en la
tumultuosa vida pública y privada de la estilista. La exposición recorrió seis
apartados que hacen referencia a sus diferentes etapas y contribuciones.
Primero el origen, después su conexión con el talento joven, la importancia de
la campiña inglesa en su imaginario, el estilo personal, su vida laboral y el
legado visto por otros.
Nacida
como Isabella Delves Broughton un 19 de Noviembre de 1958 en Marylebone,
Inglaterra, perteneciente a una familia terrateniente acaudalada y aristócrata,
su abuelo y su padre los últimos Baronets Broughton con un linaje que se
remonta hacia el Siglo XIV. La
vida familiar de Isabella siempre estuvo rodeada de escándalos, tragedias y
excentricidades propias de la clase ociosa. Henry John Delves Broughton,
su abuelo, fue acusado de asesinato en Kenya por el affair mantenido entre Diana Cadwell, su segunda esposa y Joss Hay, Conde de Erroll.
El décimo primer baronet, terminaría suicidándose con una sobredosis de morfina
en un hotel en Liverpool.
Por su parte, Lady Vera Delves Broughton, su abuela, era una conocida socialite
con pasión por la fotografía, aficionada a los viajes exóticos y a la caza
mayor, llegando a asegurar que había comido fragmentos de un hombre
perteneciente a una tribu en Papua, Nueva Guinea. Siempre se ha relacionado la
influencia de Lady Vera en la mente de Blow y su predilección a los barcos, las
aves y las pieles.
Su padre Sir Evelyn Delves Broughton, se
divorció de su madre Helen Mary Shore,
dejando un conflicto irreparable proveniente y desencadenado quizá, a raíz de
la muerte de su único hijo John, ahogado en una piscina y prácticamente el
principio de la disolución familiar con el abandono materno años más tarde y la
evidente falta de empatía y
comunicación con su padre.
Blow a temprana edad tuvo que enfrentarse al reto
de convertirse en una mujer autosuficiente y salir a buscarse por sus medios la
vida, contradiciendo toda lógica al pensar que por descender de un linaje
acomodado, ella tenía la misma seguridad económica.
Daphne Guinness recordaba en conversaciones con
Cathy Horyn en el New York Times “Apenas podía permitirse esa posición. Las
personas daban por sentado que poseía una fortuna. Nunca tuvo ese tipo de
soporte, sin embargo se podía dejar hasta el último céntimo para ayudar a
alguien”.
Alexander McQueen and Isabella Blow:
Burning Down The House, 1996, London ©
David LaChapelle Studio, Inc.
Y así lo hizo, Isabella Blow se convirtió en mecenas y prescriptora de los
diseñadores británicos emergentes, apostando siempre por su estética
transgresora, diferencial y apoyada en ese agudo sentido de la imagen y su alta
sensibilidad al componente histriónico que posee la moda.
La carrera de Isabella se remonta hacia Nueva York
en 1979 cuando se inscribió en la Universidad de Columbia para estudiar Arte
Chino Antiguo compartiendo piso con Catherine
Oxenberg, de ascendencia noble quién se convertiría en estrella en la
década de los ochenta en la serie de televisión Dinastía. Años más tarde, y tras su paso por Guy Laroche y un matrimonio fallido, Blow aterrizó en Vogue como
asistente personal de Anna Wintour intentando
hacerse un hueco en el mundo editorial.
La unión, de momento, efectuó sus frutos
principalmente porque Blow consideraba que compartían objetivos comunes “Amaba
la moda con la misma pasión que yo. Si observas a su alrededor, se rodea de
personas obsesivas como André Leon
Talley, todas con una absoluta devoción a la moda”, apuntaba la estilista a
Jerry Oppenheimer en la biografía no autorizada sobre la editora más poderosa
en Condé Nast.
Posteriormente asignada como asistente de Talley, -quien
la consideraba también su musa excéntrica- protagonizó episodios de
desorganización en el día a día de la cabecera, incluso siendo responsable de
pérdidas de portfolios de fotógrafos que amenazaban con demandar a la editorial
según Laurie Schechter, quién asistía a Wintour mientras ostentaba el título de
Directora Creativa antes de suplantar a Grace Mirabella como Editora Jefe. “Después
de tres meses, Blow y André no se dirigían la palabra y se marchó”. Isabella
volvía a Inglaterra.
La experiencia en el Vogue Americano no detuvo el
ímpetu con el que Blow estaba determinada para conseguir un trabajo que ayudara
a desarrollar su potencial creativo o al menos pagara las cuentas. Michael Roberts, en ese entonces
director de moda de Tatler y Sunday Times, fue quien apadrinó su llegada a Londres
ofrenciéndole el puesto de asistente en 1986. Diez años más tarde, sería ella
misma la Directora de Moda de ambas publicaciones, habiendo colaborado ya con
el Vogue Británico.
Casada en 1989 con Detmar Hamilton Blow, nieto del arquitecto Detmar Jellings Blow,
lució en su boda un sombrero confeccionado por Philip Treacy a quién había conocido un año antes cuando el
estudiaba un master en el Royal College of Art de Londres y se convirtió en su mentora.
Lee
Alexander McQueen es quizá su caso más afamado al descubrirlo, llevando a Roberts
a un sótano prácticamente a rastras para que comprobara la técnica y propuesta
de su último fichaje. Amor a primera vista, Isabella compró en su totalidad –
pagándola a plazos curiosamente- la colección de graduación de Alexander, nadie
como ella para entender cómo lucir un McQueen en escena.
La implacable profesora Louise Wilson, directora de moda del Master of Arts de
Central Saint Martins consideraba a Isabella como “una campeona del talento
creativo” además de reconocer que “mucho de lo que sabemos hoy en día nunca
hubiese podido pasar sin su visión única y su apoyo incondicional a la moda y
la creatividad británica”
Isabella Blow with Horns,
Gloucestershire 1996 © Juergen Teller
La tercera parte de la exposición quedó abierta para el deleite del
campo inglés, otra de sus obsesiones personales, particularmente cuando vivía
en el condado de Gloucestershire. Plum Sykes,
escritora y colaboradora habitual de Vogue alquiló la casa de campo de los Blow, “ la propiedad es preciosa con
toda esta gente de la moda que también habita en el área; Hamish Bowles, Stephen Jones, Lulu Guinness… creo que Issie atrajo a la mayoría. Es muy
bohemio y a la vez salvaje” declaraba a New York Magazine.
Diseñadores como Jeremy Scott, Comme des Garçons, Julien
Macdonald, Viktor and Rolf y los accesorios de Philip Treacy y Erik Halley, fueron
expuestos dentro de ésta temática.
Pero si por algo conocemos a Isabella Blow es por el
eclecticismo en el vestir y en esa capacidad de volver los detalles en
verdaderos protagonistas de cualquier atuendo sea del diseñador que sea.
“Siempre acentúe la cabeza y los pies” decía tajante. La discreción
evidentemente no era su fuerte ni tema de discusión.
El vestido como armadura creía, “La moda tiene un
componenete vampírico, es la aspiradora en tu cerebro. Es por eso que uso
sombreros, para mantener a todo mundo alejado de mi”.
Blow no solo fue responsable de detectar y promover el
talento de diseñadores de moda, sino que trascendió hacia otros campos como
descubrimiento de rostros y gente importante para el potenciar el Made in England. En la afamada
producción de moda de 1993 fotografiada por Steven Meisel y estilizada también por Joe McKenna, encontramos a Honor Fraser y su prima, Stella Tennant,
Plum Sykes, Bella Freud y Lady Louise Campbell siendo la primera vez que todas
aparecían en el glossy británico.
‘La Dame Blue’, la colección homenaje de primavera verano
2008 realizada por McQueen y Treacy, se encontró presente en la retrospectiva,
una colección póstuma con devoción profusa a quien la depresión y los demonios
internos le ganaron la partida.
Foto: Getty Images / Somerset House Press
Isabella Blow se suicidó el 7 de mayo de 2007 con una
sobredosis de herbicida, tras haber pasado dos intentos fallidos, uno al haber
saltado de un puente rompiéndose los tobillos y otro con pastillas, de acuerdo
con familiares. Se especula que los años de lucha frente a la depresión y la
ansiedad por infertilidad fueron acorralando las ganas de vivir de este torbellino
incansable. Haber sido desheredada por su padre y lidiar con cáncer no lo
hicieron, definitivamente, un camino de rosas.
Un factor clave, que muchas veces se relacionó con su
infelicidad, era la falta de credibilidad por parte del sector hacia su trabajo
y sobretodo hacia su persona. En muchos sentidos la industria nunca tuvo
reciprocidad a todo el apoyo que ella brindó y las conexiones que logró. Nunca
consolidó una estabilidad emocional y financiera, adoleció siempre de ambas. Una aristócrata venida a menos y venida a
más gracias a la moda. Ironías donde las haya.
Paralelamente un libro fue publicado por Rizzoli a cargo
de Nick Knight con fotografía
inédita sobre la colección, con textos y ensayos a cargo de Alistair O’Neil y
Caroline Evans, académicos en Saint Martins, Alexander Fury, editor de moda
para The Independent y Shonagh Marshall, asistente de curaduría en Somerset
House.
Daphne Guinness, quien fuera amiga de Blow es dueña desde
el 2010 de toda la colección que fue expuesta hasta el 2 de marzo de 2014 en el
edificio neoclásico a la orilla del Támesis, apuntando, “Esta exhibición es, para mi, un evento agridulce. Isabella Blow hizo
más vívido nuestro mundo, perdiendo y legando color a cada paso donde se
dirigió. Es un lugar lamentable para su ausencia. Hago esto en memoria de una
querida amiga, con la esperanza de que su legado continúe ayudando e inspirando
a las generaciones de diseñadores por venir”
La heredera le hizo justicia.